Preludio 17, Colette Soler

El deseo atrapado por…

Mientras me ocupaba de otra cosa, se me ocurrió el pensamiento absurdo de que el deseo “atrapado por la cola” no lleva muy lejos, mal le pese a Picasso, de quien tomo esta frase. No más lejos que la cama, espacio del abrazo. Así pues, para quien quiere viajar hay que atraparlo de otro modo. ¿Pero cómo? “Justamente así: mécomment [sin como[1]]”[2]. Este “mécomment” convoca a la palabra y a su topología, y se inscribe en falso contra toda tentativa de órgano-dinamismo, pasado o presente, el de Henry Ey o el del neuroconductismo. El órgano-dinamismo es precisamente el que toma al hombre en general por su organismo y entonces al deseo en general por la cola, creyendo que es “por el órgano que el Eterno femenino les levanta”, como dice Lacan de forma incommensurable. Este órgano se cantaba, e incluso se chillaba en las salas de guardia en tiempos de Lacan. Eran aun buenos tiempos para los psiquiatras, que, desde que perdieron su órgano, quiero decir sus voces y sus salas de guardia, por lo que yo sé ya no cantan mucho. Es porque el nuevo organo-dinamismo, peor que el de ayer, no se canta, no se ocupa del deseo, sino más bien de lo que preside el buen orden de todos los órganos y de todos.

El psicoanálisis está solo preocupándose aun por el deseo, estamos orgullosos de ello. Pero desear es estar en “inminencia” de castración. De ahí estas alternancias de fases entre el placer de la búsqueda que da tanta sensación de vida y la angustia que conduce a lo real. Entonces quién merecerá el nombre de “deseante por excelencia”? En todo caso no el neurótico.

Traducido al castellano por Manel Rebollo


[1] N. de Tr.: mécomment, neologismo homofónico con mais comment [pero cómo]. Al substituir el mais con un mé utiliza un prefijo que en francés sirve para negar. Así, méconnaître es desconocer, mésaventure es desventura, malaventura. Desde este punto de vista mécomment podría traducirse forzadamente por “sin como”

[2] L’étourdit, Scilicet 4, p. 17

Preludio 16, Susan Schwartz

Del Deseo y la Muerte

 

En 1947 una hermosa joven que se consideraba una novia indigna para su futuro marido, se arrojó del piso 86 del Empire State Building. Y fue a caer, aparentemente intacta, sobre el techo de un coche estacionado. La revista Life publicó una foto poco después, y se dijo que la imagen representaba ” la violencia de la muerte y su compostura ” ya que la joven ” reposaba tranquilamente en el grotesco féretro de su cuerpo sobre el techo del coche”. La imagen fue reproducida muchas veces en diferentes contextos, Andy Warhol  la incluyó en “Suicidio (Cuerpo Caído) “,[1] 1962. Se encuentra en la tradición de la múltiple reproducción de la máscara de la muerte de la hermosa mujer anónima, L’inconnue de la Seine, presunta suicida, que se ahogó a finales del siglo diecinueve. La máscara, con su risa enigmática fue fuente de inspiración para el arte y  la literatura, ideal erótico de su tiempo.[2]

En 1846, Edgar Allen Poe escribió, “la muerte de una mujer hermosa es, sin lugar a dudas, el tema más poético en el mundo.[3] “Poético”, porque para él, un poema es sólo un poema en la medida que excita; cuando junta belleza, deseo y melancolía, la muerte de una mujer hermosa atrae, fascina, pero también perturba. ¿Por qué este efecto? Lacan dirá en el Seminario VI, El  Deseo y su Interpretación, ” el objeto del fantasma es esa alteridad, imagen y pathos, por donde otro toma el lugar de aquello de lo cual el sujeto esta privado simbólicamente”: el falo.[4]  Esto le va a proporcionar la estructura para su interpretación de la función de Ofelia en Hamlet, porque para Hamlet, ella es el objeto consciente de su fantasma” y el “barómetro” de su relación con su deseo. Lacan habla de Ofelia como ” una de las creaciones más fascinantes que haya sido propuesta a la imaginación humana”,[5]  “una de las más fascinantes y más confusas [les plus troubles].[6] Para Lacan, Ofelia es una criatura de carne y hueso y cuyo suicidio califica de “ambiguo”.[7] No es fácil la relación entre belleza, deseo y muerte: el bello suicidio tiene algo de misterioso, y también algo de fetiche.

Como “phallus-girl” Ofelia es el objeto de deseo del Hamlet; como falo exteriorizado,  como símbolo de la vida es rechazada por él y sólo será reintegrada en el fantasma ” al precio del duelo y la muerte”.[8]  En la muerte que produce un verdadero agujero, Ofelia es el objeto imposible que vuelve a ser de nuevo objeto de deseo.[9]

Para Lacan, Hamlet es la tragedia del deseo y del duelo,  un duelo que manifiesta lo próximo de las conexiones entre lo real, lo imaginario y lo simbólico.[10] La relación de deseo y muerte es paradójica. El deseo ata al sujeto a la vida en busca de su existencia, aunque la muerte es su condición: el sujeto sufre de “la corpsificación” como consecuencia de su dependencia del significante. “El [D] eseo es llevado por la muerte ” nos dice Lacan, y este es el único y sólo sentido de la vida.[11]

Traducción : Matilde Pelegrí.

 


[3] Edgar Allen Poe, “Filosofía de la Composición”, traducción Julio Cortázar. Madrid: Alianza 1973

[4] Jacques Lacan, Le Séminaire, livre VI, Le désir et son interprétation, Paris, Éditions de la Martinière et Le Champ Freudien Éditeur, juin 2013, p. 370 (Leçon 15.4.59).

[5] Ibid. p. 291 (Leçon 4.3.59).

[6] Ibid. p. 357 (Leçon 8.4.59).

[7] Ibid. p. 292 (Leçon 4.3.59).

[8] Ibid. pp. 380, 382 (Leçon 15.4.59).

[9] Ibid. pp. 396-97 (Leçon 22.4.59).

[10] Ibid. p. 399 (Lesson of 22.4.59).

[11] Jacques Lacan, “La Dirección de la Cura y los principios de su poder”, Escritos 2, Editorial Siglo XXI.

Preludio 15, Beatriz Zuluaga

Ética del deseo

“En el sueño era evidente que la niña llevaba muchos años frente a aquella ventana infinita tratando de terminar el racimo,  y que no tenía prisa porque sabía que en la última uva, estaba la muerte“
                                                                                                 “Del amor y otros demonios”
                                                                                                         Gabriel García Márquez

                                                                                                           

Terminando esta secuencia de Preludios  que anteceden nuestra Cita de Julio, es un hecho que para pensar el tema que nos reunirá en el VIII Encuentro de la EPFCL, se han dejado abiertas otras vías,  diferentes fisuras que en el horizonte del deseo, se articulan a eso  “indecidible” que constituye  el corazón mismo del psicoanálisis: el acto analítico, el final del análisis, el goce, el amor,  la relación entre los sexos, y por supuesto el objeto causa, para sólo nombrar algunos. Los Preludios como el dedo de San Juan, prometen que se irá más allá, que se habrá de empujar  en “contra” para evitar la “doxa”, apostándole a  eso que parece no interesarle a la humanidad. Al respecto, Freud desde sus Conferencias de Introducción al psicoanálisis, (1915-17) en el apartado II  sobre el sueño como cumplimiento de deseo,  intenta  transmitirle  a sus oyentes, lo nuevo de su descubrimiento. Pero si existe la pesadilla y el sueño de angustia, ¿dónde está Doctor Freud el cumplimiento del deseo?  Los legos, nos dice Freud, se empeñan en demostrarle que en las actividades oníricas, en lugar del placer obtenido por un deseo negado en la vigilia, se anuda constantemente el displacer. Pero detrás del contenido manifiesto,  hay deformación y censura, es esa la novedad, insiste Freud.  Sin embargo, lo que Freud le mostró al mundo, la novedad de su descubrimiento, que apuntó al deseo  insatisfecho o imposible, heredero de una satisfacción mítica e inolvidable, no es de interés para la humanidad. Esta, “tiene una tendencia instintiva a defenderse de las novedades intelectuales.” *(1) No hay interés sobre lo nuevo, y  menos aún, no existe  un deseo de saber sobre lo que compromete lo real, dirá posteriormente Lacan.

Pero a pesar de ello, las “paradojas del deseo” ya han librado  una primera elaboración en esta secuencia de Preludios, ya auguran un deseo de decir, más bien un medio-decir algo de ese real, producto de nuestra experiencia del saber.  Real que  acecha  nuestra formación; un real que de no contarse con él, aflojará las amarras que permiten “aislar esta experiencia de la terapéutica, que no sólo distorsiona el psicoanálisis por relajar su rigor” *(2).

 Lacan nos alertó siempre, pues  “para la humanidad el saber no está hecho puesto que no lo desea” *(3).  Se espera por lo tanto del  psicoanalista, sustraerse, saber ser   desecho de esa humanidad. Concluyendo entonces; nuestra verdadera paradoja, es la de  sostener un deseo  que no es ni articulable, ni nombrable, pues  sólo emerge en las paradojas del acto analítico mismo y ahí donde nos reunimos para hacer lazo de Escuela. Esperemos por lo tanto “satisfacción al final” en las elaboraciones posibles que proseguirán a estos Preludios, satisfacción que Lacan anuda al final de la experiencia pues esto “implica haber encontrado ese límite en el que se plantea toda la problemática del deseo” *(4)). Problemática  ligada a nuestra condición humana, a una relación fundamental con la muerte, pues nos confronta con la libertad trágica, esa de Edipo; la de tener que enfrentar las consecuencias de  haber “sabido del deseo”.

La Cita nos espera en París, aún nos espera un  tiempo  de elaboración, para a-cercarnos al tema que nos convoca. Una Cita que  hace de nuevo paradoja, pues Lacan manteniéndonos en el Seminario de la Ética, se pregunta: “¿qué sucede cada vez que suena para nosotros – la cita-  la hora del deseo? Pues bien uno no se aproxima y por las mejores razones” *(5). Pues bien vamos  “contra”,  vamos a a-cercarnos, pues contamos con  el deseo  que hasta hoy nos reúne, a pesar de lo paradójico que implica sostener y  decir sobre  lo “indecidible”.

-(1) S. Freud. “14 Conferencia. El cumplimiento de deseo (1915). En OC Vol XV. Amorrortu, Buenos Aires, Ed.Paidós, B. Aires, p.195-196.

-(2) J. Lacan, “Proposición del 9 de Octubre de 1967 sobre el psicoanalista de la Escuela. En Directorio de la EPFCL. Ed en español 2008-2010. p.272.

-(3) J. Lacan .”La Nota Italiana”,cit. p.300.

-(4) J. Lacan “La Demanda de Felicidad y la Promesa analítica”. En el Seminario, Libro VII, la  Etica del Psicoanálisis”, Ed Paidós, B. Aires,  pág. 357.

-(5)  Ibid, pág 261.

 

Preludio 14, Ricardo Rojas

Deseo-de-saber y Entzweiung del Sujeto*

“Tal es el al menos el camino que ha franqueado
 la neurosis al psicoanalista para que el la acabe
 en verdad por su repetición. (…) Es eso lo que él
no podría llevar a cabo sino al suponerse al deser
no ser sino deseo-de-saber”  Jacques Lacan[1]

 

El sintagma deseo-de-saber introduce paradojas. En El Banquete [2] de lo que se trata, en el deseo-de-saber, es del agalma, lo que se puede leer con la clave: ser-de-saber y ser-de-verdad.[3].  Si se desprende un efecto de verdad, se marca la primacía del significante donde el deseo es un deseo-de-sabersuscitado de una causa conexa a la formación del sujeto[4] con su efecto de desdoblamiento — Entzweiung — entre ser-de-saber y ser-de-verdad, entre el “pienso” y el “soy”. Entre el saber y la verdad hay un agujero, el objeto “a, porque aunque en la mira está el ser-de-verdad, el agalma, esta traza que persigue el analizante en su análisis, es imposible de alcanzar. Topología del sujeto en sus relaciones con estos tres términos:

topo

La Primera versión de la Proposición del Pase [5] sitúa al analista a nivel de la “s” de la pura significación que solo puede ser determinable por un deslizamiento que es deseo, y donde no hay otra elección que hacerse deseo del Otro, en su forma pura como deseo-de-saber. La función del agalma del Sujeto-supuesto-Saber es entonces la manera de centrar aquello de lo que se trata en la escogencia de saber en el momento del pase y resaltando que el no-saber es central.

El plus-de-gozar,[6] es lo que responde a la pérdida de goce, de donde viene una animación feroz que se conjuga con el deseo-de-saber.La verdad es puro deseo-de-saber” pero el efecto de pensamiento se vuelve sospechoso, el pensamiento no es solamente la cuestión planteada acerca de la verdad del saber – gran paso hegeliano – sino que el avance freudiano es plantearlo como lo que impide el acceso al saber, punto desfalleciente del “yo no sé” de donde surge el inconsciente como un deseo (de saber) con su dimensión de lo informulable, tal  como en el sueño de Freud de “él no lo sabía”. La verdad que el psicoanálisis interroga en el inconsciente, como “desfallecimiento creador de saber”, como punto de origen del deseo-de-saber, de un saber censurado, no viene a ser más que un correlato de ese desfallecimiento. En el estudio de las relaciones entre el saber y la verdad en el abordaje diferenciador entre deseo y demanda, lo que Freud aporta –nos indica Lacan– es la designación de un lugar de incidencia de un deseo particular, punto en el que la sexualidad entra en juego como fundamental en el dominio del deseo-de-saber.

El deseo-de-saber [7] no conduce al saber, es más bien el discurso de la histérica lo que conduce al saber y es ella quien fabrica un hombre animado del deseo-de-saber, mientras que es como objeto “a que el analista ocupa la posición en el discurso, es decir que se presenta como la causa del deseo para el sujeto, ofreciéndose como punto de mira de la operación analítica, insensata, digamos paradojal, en tanto que el sujeto se compromete a seguir la traza de un deseo-de-saber que no tiene nada que ver con el saber.

Del lado del analizante hay más bien “horror de saber[8], que deseo-de-saber lo que lo hace diferente al deseo del hombre como deseo del Otro. Al deseo-de-saber se le atribuye entonces el deseo de inventar el saber.

Por ello el pasante testimonia estar al servicio del deseo-de-saber incluso sin reconocer lo que él porta, lo mismo le ocurre al pasador que allí interroga, un riesgo para ambos [9] es que ese saber se construye poniendo de su propia cosecha, de allí que los otros saberes no permiten darle su lugar, más bien esto es lo que hace dudar que el propio saber ha pasado por la barra, y es de allí que es necesario, nos dice Lacan, un pasador para escuchar eso. Es decir si se cede al peso de la puesta en su lugar por otros saberes — por ejemplo la tentación de llevar lo escuchado a la doxa —más que a preservar el peso de lo inédito, se termina creyendo que el saber no ha sido barrado y por lo tanto la respuesta del Cartel podría ser que no están convencidos del final. Tal vez para sortear esta Verleugnung sería necesario para los integrantes del Cartel del Pase “el pertenecer[10] como los pasadores a ese momento del pase, para que pueda escucharse ese saber particular que se sale del marco de otros saberes establecidos y aquí retornamos al punto de partida del epígrafe en el que el deser no es sino deseo-de-saber, (de saber) del agujero, por eso el paréntesis introducido por Lacan, que escribiremos (a).


NOTAS:

*Este Preludio  hace un recorrido por la enseñanza de Lacan siguiendo la traza de este sintagma deseo-de-saber

[1] Texto de 3 de febrero de 1969, De una Reforma en su agujero, sin publicar, Versión de Patrick Valas.

[2] Es en el Seminario 8 La Transferencia donde Lacan hace un desciframiento del Banquete de Platón y es donde deduce estas relaciones del saber con el agalma.

[3] Es en el Seminario 12 Problemas cruciales del psicoanálisis donde Lacan aporta estas claves, aporten que será resaltado en la Reseña de enseñanza del mismo y la clase del Seminario 13 (20-04-1966) en la que comenta esta reseña.

[4] Es en su Texto de los Escritos publicado en 1966 que sirve de puntualización: De un designio, donde Lacan resalta ese trabajo de topologización desarrollado en el Seminario 12 Problemas cruciales del psicoanálisis, que es un Seminario que junto al siguiente hace precisiones en relación a que sujeto se refiere la conceptualización del psicoanálisis.

[5] Texto aparecido en los Otros Escritos, Paidós, Buenos Aires, 2012, donde desarrolla las relaciones del SsS y el agalma en relación al final del análisis.

[6] Es en el Seminario 16 De un Otro al otro, que él desarrolla la noción de plus-de-gozar y durante todo el seminario trata de precisar de que saber se trata en la experiencia analítica.

[7] Seminario 17 El Reverso del psicoanálisis, donde examina las relaciones del saber y la verdad en los discursos.

[8] Es el Seminario 21 Los-nombres del padre/Los desengañados no erran donde él precisa las relaciones con el horror de saber.

[9] 1974-05-08 Nota que Jacques Lacan dirige personalmente a aquellos que eran susceptibles de designar pasadores, Publicado en Analyse freudienne presse, 1993, n° 4, p. 42.

[10] Expresión heideggeriana desarrollada por Beatriz Maya en una de sus elaboraciones de su experiencia como pasador y pasante, Lo que pasa en el pase no.1, Publicación de la EPFCL-ALN

Preludio 13, Manel Rebollo

¿Qué desea la palabra?

¿Qué significa deseo? ¿Qué quiere decir esa palabra?

La misma pregunta implica un deseo de decir en las mismas palabras, un « querer decir » que certifica que es ahí, en los intersticios del lenguaje, donde el deseo habita.

Ni siquiera su nombre en alemán, que Freud le otorgara, Wunsch,  le detiene en una significación, pues en Begehren encuentra también otro término, sin agotar por ello su sentido. Ahí el secreto de su indestructibilidad. Para destruir algo hay que localizarlo, y la deslocalización del deseo es evidente, forjando su residencia, su Dasein, su estar ahí, en un espacio entre dos significantes. No hay lugar para el deseo en la conciencia, sólo en el fracaso (insuccès) del intento, en donde se revela como un sinsaber que sabe (insu que sait).

Lacan intenta localizarlo de distintas formas:

-Mediante la escritura: en su grafo del deseo, entre la linea de la enunciación y la del enunciado, al nivel del fantasma; o bien entre el “para todos” de la fórmula sexual masculina y el “no toda” de la femenina.

-Mediante la nominación, en un recorrido que pasa ra-son-ablemente por el Das Ding, el designio, el deser, y atraviesa nuevos vocablos, como el objeto a, el plus-de-gozar, y un metonímico etcétera por el que deambula cual lagarto en los setos del decir, perdiendo su cola en cada modalidad sustancial de goce.

Producto del lenguaje y causa del discurso, cada uno de los hablaseres intenta arreglárselas con él en su síntoma. Así pues, articulado en la palabra, pero no articulable, se deja querer por los sujetos en su errar juguetón por los dichos.

¿Cómo entonces alcanzarlo? Sólo mediante el rodeo de la interpretación, ese decir sinsontido del analista que permita rasonar con el deseo del sujeto en un instante efímero de saber en el lugar de la verdad. Para dejar de ser luego verdad ese saber. Es su destino.